Mis noches en el Tabanco a la Feria


Hay lugares en Jerez donde el tiempo se detiene y el flamenco se vive con la misma naturalidad con la que se respira. El Tabanco a la Feria es uno de ellos: un rincón con alma, donde el vino corre despacio y el arte se queda a pasar la noche.
En una de esas veladas que se guardan en la memoria, el cante corrió a cargo de José Moneo, con esa voz suya que rasca por dentro y deja eco en las paredes. A la guitarra, Agustín de la Fuente acompañó con una elegancia serena, hilando acordes que parecían conversar con el cantaor.
Y al baile, Miriam Cazalla. Qué manera de llenar el espacio, de convertir cada golpe de tacón en una declaración de fuerza y cada braceo en una caricia al aire. Su baile tenía ese duende que solo se explica cuando se siente.
El público, entre vinos y palmas, respondía con “¡olé!” de corazón, de esos que nacen sin pensarlo. Porque allí nadie finge: todo es verdad, compás y sentimiento.
En noches así, uno entiende que la Feria de Jerez no se acaba en mayo. Sigue viva en cada tabanco, en cada cante y en cada paso que suena sobre el tablao. Y el Tabanco a la Feria es uno de esos lugares donde la fiesta nunca duerme, porque el alma del flamenco siempre está despierta.

Fotos: Juan Romero Jaime, si comparte fotos no se te olvide quien esta detrás de la cámara, copyright.
















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